viernes, 24 de abril de 2009

Respuesta al Sr. Garrido

Como no todos leeréis los comentarios, os pongo aquí la respuesta que he escrito a uno de ellos, que podéis leer en la entrada del 5 de abril intitulada "Algo más sobre las ideas". La dureza de las expresión no es nada comparada con el cabreo que tenía cuando la escribí. Así que todos perdonad. Gracias.

Estimado Sr. Garrido:
Respondiendo a sus preguntas, le diré sucintamente:
1. No se puede ser teólogo -teólogo cristiano- y ateo al mismo tiempo. La Teología sin fe es Filosofía. Y si esa filosofía se sustenta en premisas erróneas, no será sino un conjunto de falacias y axiomas pedantes.
2. El "título" de teólogo ¿puede tenerse sin fe? Claro, no se le va a quitar el diploma, pero sí la cualificación. Comprenda que la Teología no es una ciencia como las demás, pues sus premisas son los artículos de fe.
3. Usted dice que las vías de Santo Tomás son discutibles. Discuta si quiere. Para mí las tengo como irrefutables. Puede discutirme también si uno más uno son dos. No me convencerá de algo distinto.
4. Ningún teólogo católico con sentido común ha intentado discutir que las tres Personas de la Trinidad sean una sola, porque eso es una herejía. Estudie un poco antes de meterse en materias que no domina.
5. Por su sola razón, o como usted dice, "tirando del hilo lógico", nunca se puede llegar al conocimiento de la Santísima Trinidad. Es una verdad revelada y de fe.
6. Dios ha hablado a todos. La Biblia y la Iglesia también le hablan a usted. Otra cosa es que no quiera escuchar.
7. Pilatos era un cobarde y se lo hizo en los pantalones romanos cuando reconoció la inocencia de Jesucristo. Evidentemente, con esa firmeza y dignidad moral e intelectual no supo o no quiso reconocer que tenía la Verdad ante sus narices.
8. Acaba diciendo, como quien no quiere decir nada: "Piénselo como quiera, pero la verdad es subjetiva y respetable, lo demás es intolerancia". Bueno, pues usted que es catedrático, estudie un poco más sobre qué es la verdad. Como veo que anda flojo de latines, le recuerdo que es "adaequatio intellectus et rei". Si la verdad fuera subjetiva, ¿de qué pretende hablar conmigo? ¿De qué pretendo yo hablar con usted?
9. No me importa en absoluto que me llame intolerante por defender que la verdad es objetiva. Prefiero ser intolerante con el error antes que mínimamente tolerante con el mismo.
10. Mire, no ha topado con la Iglesia. Ha topado con la razón. Y usted no la tiene, lo siento. No me pesa nada ser intolerante con lo que usted ha escrito. Gracias por tomarse la amabilidad de haberlo hecho. Ya he tenido bastante con tolerar sus faltas de ortografía. Y me avergüenza de que usted sea Catedrático y escriba esto y así... ¿Ve? Es como ser "teólogo" y no tener fe...

sábado, 18 de abril de 2009

A mí también me pasa, pero no soy Papa…

«Mi accade spesso di svegliami di notte e cominciare a pensare a una serie di gravi problemi e decidere di parlarne al Papa. Poi mi sveglio completamente e mi ricordo che io sono il Papa». (Beato Papa Juan XXIII)

Sacerdote mártir, Beato Martín Martínez Pascual

Tomado del blog Arriba

La fotografía –de la agencia EFE- refleja el rostro de un sacerdote español, capturado por milicianos republicanos, instantes antes de ser fusilado en el mes de agosto del año 1936.
El autor de la instantánea es el fotógrafo alemán Hans Gutmann, que posteriormente se nacionalizó español y cambió su nombre por el de Juan Guzmán.
El Sacerdote de la imagen, según informa hoy el semanal Alfa y Omega, sería el beato Martín Martínez Pascual presbítero y mártir, miembro de la Sociedad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, que recibió en la misma persecución y en el mismo día -18 de agosto de 1936- la corona de la gloria, según datos de Santopedia, en la localidad de Alcañiz (Teruel) aunque el fotógrafo sitúa el lugar del fusilamiento en la localidad de Siétamo (Huesca), distante unos ciento cuarenta kilómetros de Alcañiz, diferencia que puede deberse al lugar de la sepultura o del Registro civil.
La fotografía la tenía en su despacho el Decano de la Facultad de Teología de San Dámaso, Pablo Dominguez, recientemente fallecido en accidente de montaña. Según informa Alfa y Omega, preguntado éste por la fotografía afirmó:
"La conseguí en Moscú, en un congreso. Me gustó y, al leer las frases del recuadro, me interesé mucho más. Es la fotografía -lo explicaba brillándole los ojos, se sentía emocionado y con ganas de imitarle; parecía que hablaba de sí- de un sacerdote español, el Beato Martín Martínez, operario diocesano, natural de Valdealgorfa (Teruel), diócesis de Zaragoza. Se la tomó un fotógrafo ruso -hoy sabemos que es alemán- que estaba entre los republicanos, durante la guerra civil española. Fijaos bien en su mirada firme, los brazos en jarras, seguro y valiente... Se la tomaron unos segundos antes de fusilarlo".
Sin duda que la enorme fuerza de la mirada del sacerdote a las puertas del cielo debió desconcertar a sus verdugos que esperarían de su víctima una actitud menos digna con la que tranquilizar sus conciencias adoctrinadas por los que ahora son llamados en colosal sarcasmo “luchadores por la libertad y la democracia”.
LFU

lunes, 6 de abril de 2009

Enviado al ABC, sobre la vida y el aborto

Sr. Director:
En el ABC del domingo día 5 de abril el Sr. Jon Juaristi se expresaba en la sección de opinión (pág. 10), haciendo referencia a la nueva legislación del aborto con estas palabras: «No hablaba Pasolini de derechos del embrión o del feto, sino de la sacralidad de los mismos, que no son personas (ni siquiera la Iglesia se plantea bautizar embriones), pero sí vida humana que pugna por existir, adquirir forma…». La ambigüedad de la expresión no aclara si el Sr. Juaristi hace suyo el pensamiento de Pasolini. En cualquier caso, me gustaría señalar lo siguiente:
1. La Iglesia reconoce que el embrión posee desde su concepción la misma dignidad personal que cualquier otro ser humano sin distinción de etapa espacial o temporal en su vida, y por encima de limitaciones operacionales. En otras palabras, da igual que una persona sea cigoto o adulto, esté dentro del vientre de su madre o fuera, sufra alguna mengua en su capacidad locomotora, física o psíquica, o por el contrario tenga plenitud de facultades. La dignidad personal es inalienable y sagrada. Por esta razón, defiende la vida “desde su concepción hasta su fin natural”. Con palabras del Catecismo (n. 2270): «La vida humana debe ser respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción. Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida».
2. Esta dignidad es propia del embrión humano no por ser un ser vivo, sino por ser persona. En este sentido, es artificial y confusa la distinción entre “ser persona” y “ser vida humana”. Ambos conceptos son, metafísicamente hablando, la misma realidad. Al decir “ser–persona” entendemos un ente con un grado de ser superior, de por sí racional y subsistente, solamente atribuible a Dios, los ángeles y los humanos. Y en el caso de los humanos, y seguimos hablando con lenguaje metafísico, el acto de ser del alma hace posible la existencia del cuerpo y constituye la fuente de sus operaciones personales. En el mismo acto en que se constituye el cigoto humano, un alma informa, sostiene y organiza vitalmente esa misma “materia”. No existe cuerpo humano sin alma, ni alma humana sin cuerpo (incluso después de la muerte, el alma permanece vinculada a su respectivo cuerpo hasta la resurrección). Resumiendo: ¿es el cigoto ser humano? Sin duda alguna, sí. Y por ello con la misma dignidad personal que el resto de los humanos. El cigoto, embrión o feto, es persona porque es ser personal. «El embrión debe ser tratado como una persona desde la concepción» (Cf. Catecismo, n. 2274).
3. No podemos caer en la trampa reduccionista de entender como persona únicamente al feto ya plenamente formado. Cuando hablamos de “persona” en el sentido de alguien con físico reconocible, sentimientos, entendimiento activo… estamos dando a esta palabra un sentido muy distinto al que utilizamos para referirnos a la dignidad del ser humano. Desde esa errada perspectiva fenoménica, se entiende que las personas que, por ejemplo, sufren alguna limitación o discapacidad, sean para muchos “menos personas”, lo cual es tan terrorífico como alarmante, y desgraciadamente, es la idea que subyace en la defensa del aborto y la eutanasia, e incluso, llegando al absurdo y la locura, de la discriminación racial o sexual.
4. El canon 871 del Código de Derecho Canónico dispone que «En la medida de lo posible se deben bautizar los fetos abortivos, si viven». El mismo canon es aplicable a los embriones. El problema está en “la medida de lo posible”. Difícilmente podrán bautizarse los embriones congelados, o aquellos con los que se experimenta, o los abortados con la RU–486 (mifepristrona o píldora del día después). El hecho de no bautizar a los embriones expuestos a morir responde a problemas “técnicos”, no de principios.
5. La vida humana no pugna por existir. Lo que no existe no pugna. El embrión con vida humana pugna por desarrollarse plenamente, algo que precisamente es lo que impide el aborto, como lo hace, en distinta fase de su desarrollo, la muerte violenta de un niño. El embrión no tiene más vida ni existencia que la correspondiente a un ser humano. No puede considerarse vida vegetal o animal, aunque estemos hablando de un microorganismo. Análogamente hablamos de la vida humana de un enfermo en “estado vegetativo”, ser personal con una vida igualmente inviolable y sagrada.

Algo más sobre las ideas

No sé por qué hoy escribo esto, creo que porque lo he leído en un blog amigo y me ha refrescado la memoria. Cuando daba clase de Religión, vino el inspector de turno –apodado, y no por mí, “Mahoma”-, y espetó a un querido profesor de Matemáticas aquella frase de Rousseau tan manida como estúpida, que dice algo así: “No moveré un dedo por defender tus ideas, pero daré mi vida porque puedas defenderlas”.

Con esta frase quiso intimidar a mi compañero y a todos los del claustro. Yo, que tenía reciente mi Filosofía, pensé en lo estúpido que era ese inspector, pero preferí callarme antes de que me abrieran expediente por inconstitucional o algo así.

Sólo quiero decir una cosa: si una idea es falsa, estúpida, equivocada, llámenla como quiera, –y para el caso me da igual que sea intencionadamente o no falsa, estúpida, equivocada, etc…-, lo será siempre y nunca la defenderé ni moveré un dedo para defenderla.

Y si el que la defiende está convencido de ella, intentaré por todos mis medios que rectifique, entre en razones, estudie el tema, y si la verdad en cuestión es de suficiente valor, puedo decir que daría mi vida porque una persona aprenda la verdad. Es justo lo que he hecho diciendo sí a la llamada del Señor para ser sacerdote. Y si esta vocación me costara el martirio, sería un broche de oro para mi vida que jamás podré merecer, y que sólo cabe esperar de la bondad de mi Amado.

Ahora bien, lo que nunca haré será defender que alguien pueda defender un error, falsedad, equivocación, mentira, calumnia, etc. Seré comprensivo, intentaré buscar una justificación lo más benévola posible a su error, le querré y rezaré por él, lo que quieran; pero nunca moveré un dedo para que el “defender un error” sea un derecho de nadie, ni mucho menos dar mi vida para defender una libertad de expresión de error.

¿Por qué? (y ya acabo), porque el error no tiene derechos, sea objetivo o subjetivo. Y una persona equivocada o ignorante es esclava de su error o ignorancia (o malicia, si es el caso), pero no libre. Es la verdad lo que libera, y por ella sí merece la pena luchar.

Gracias a Rousseau tenemos la maldita EPC, el relativismo moral, el sincretismo y relativismo religioso, el escepticismo filosófico. Incluso, si apuramos conclusiones con silogismos en “bárbara”, el aborto, la experimentación con embriones, las uniones antinaturales, y cosas de ese tenor. ¿Quieren más? Gracias a Rousseau tenemos a ETA en las instituciones y en las ikastolas. Y tenemos el Gobierno que otros han votado y todos sufrimos. Y así seguiremos mientras Rousseau sea Palabra de Constitución.

Basta ya. Viva la Verdad. Viva Cristo Rey.

Rousseau, si no estás en el infierno, intentaré aliviar un poco tus penas de purgatorio con una Misa. No me lo puedes impedir. Al fin y al cabo, tengo libertad para pensar que tú y tus discípulos sois unos malandrines perversores de la mente humana, ¿o no?