Si Dios nos ha dado una cabeza para entender y un corazón para amar, ¿por qué vivir decapitados y descorazonados? Piensa y cree con todas tus fuerzas, con toda tu mente, con todo tu ser.
Pequeñito, ingenuo, alegre, sin doblez, pobre y risueño… Así hazme, mi Hacedor, porque así puedo entre tinieblas, lanzarme confiado, y valiente, vivir abandonado sin más actividad ni ocupación que estarme, embelesado, en tu Costado.