miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿De qué estás hecha, mujer? (A las mujeres de mi vida: mi Madre del Cielo y mi madre de la tierra)

Dime de qué estás hecha,
mujer toda de carne y fuego.
Tan dulce en tanta amargura,
tan sensible, mujer de acero,
tan sufrida, y sin embargo
sólo sabes dar consuelo.
¿Cómo todo lo soportas,
si en verdad eres de carne?
Si eres más fuerte que el hierro,
¿por qué me es tan dulce amarte?
Si abrasas al mismo fuego,
¿cómo ardes sin quemarte?
Corazón de fuego que ama sin medida,
cuerpo de hierro que todo tolera.
Agua que lava heridas,
luz que alumbra mis tinieblas,
vida que me das vida,
tierra firme en la tormenta.
Capitana de mi vida,
vives sin miedo a la muerte,
y amarrado a tu persona,
no tengo miedo a perderme.
Porque te ocultas en todo
y lo eres todo a la vez,
resuélveme este misterio:
¿de qué estás hecha, mujer?

domingo, 12 de septiembre de 2010

Lo que queda después de un beso

Tras este título tan “romántico” se esconde lo que quisiera comunicar con esta cuasi-poesía. A todos los consagrados de rito latino se nos ha concedido el inmenso don del celibato, del cual somos depositarios y custodios como de un inefable tesoro encomendado por el Espíritu Santo. Es difícil expresar cómo es el amor de un consagrado hacia el Señor, su Esposo, y viceversa. Un amor que incluye el propio cuerpo, pero omite hasta la sombra de cualquier expresión o pensamiento carnal. Yo quisiera hoy dar una pequeña luz, un sencillo aspecto de este puro amor entre el Amado y la amada, la amada y el Amado. Se me ocurrió compararlo con el amor que queda después de un beso. Pensad en un beso puro, enamorado, como el que nuestras madres nos pueden haber dado. Ahora quitad el beso y quedaos con el “después”. Pues bien, como ese amor infinito, perdurable, pero casi totalmente distinto, es el que hay entre mi Señor Jesucristo y el alma. Las palabras se quedan cortas, por eso ahí va la poesía…

Cuando te vas nunca te alejas,
siempre te quedas conmigo,
y aunque ya no estás en carne y hueso
dejaste marcada tu huella en mi destino.
Todo me recuerda tu presencia,
y si tus labios ya no están sobre los míos,
perdura en mi abierto y herido pecho
el amor que canta su fuerte latido.
No está la llama, pero sí el calor ardiente,
mi flor se ha ido dejando su fresco perfume,
me queda todo, me quedas toda,
que conmigo por siempre permanece
la dulzura que dejan tus caricias,
la alegría que resuena en tus canciones,
la hermosura que grabó en mí tu figura,
la ternura de tus palabras,
la fragancia de tu cuerpo,
el recuerdo de tantas emociones…
Por eso nunca te pierdo, y es menos
lo que de menos te echo,
porque siempre está conmigo
lo que queda después de tu beso.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Carta de San Pedro Claver, o cómo ser un misionero cabal (Es la segunda lectura del Oficio divino de su fiesta, el 9 de septiembre).

De las cartas de San Pedro Claver, presbítero.

(Epist. diei 31 maii 1627 ad Superiorem suum data; Edit (in lingua hispanica) A. Valtierra, S.L., San Pedro Claver, Cartagena, 1964, pp. 140-141)

ENVIADO PARA DAR LA BUENA NOTICIA A LOS QUE SUFREN, PARA VENDAR LOS CORAZONES DESGARRADOS, PARA PROCLAMAR LA AMNISTÍA A LOS CAUTIVOS.

Ayer, 30 de mayo de este año de 1627, día de la Santísima Trinidad, saltó en tierra un grandísimo navío de negros de los Ríos. Fuimos allí cargados con dos espuertas de naranjas, limones, bizcochuelos y otras cosas. Entramos en sus casas, que parecía otra Guinea. Fuimos rompiendo por medio de la mucha gente hasta llegar a los enfermos, de que había una gran manada echados en el suelo muy húmedo y anegadizo, por lo cual estaba terraplenado de agudos pedazos de tejas y ladrillos, y esta era su cama, con estar en carnes sin un hilo de ropa.

Echamos manteos fuera y fuimos a traer de otra bodega tablas, y entablamos aquel lugar, y trajimos en brazos los muy enfermos, rompiendo por los demás. Juntamos los enfermos en dos ruedas; la una tomó mi compañero con el intérprete, apartados de la otra que yo tomé. Entre ellos había dos muriéndose, ya fríos y sin pulso. Tomamos una teja de brasas y puesta en medio de la rueda junto a los que estaban muriendo, y sacando varios olores de que llevábamos dos bolsas llenas, que se gastaron en esta ocasión y dímosles un sahumerio, poniéndole encima de ellos nuestros manteos, que otra cosa ni la tienen encima, ni hay que perder el tiempo en pedirles a los amos, cobraron calor y nuevos espíritus vitales, el rostro muy alegre, los ojos abiertos y mirándonos.

De esta manera les estuvimos hablando, no con lengua sino con manos y obras, que, como vienen tan persuadidos de que los traen para comerlos, hablarles de otra manera fue con provecho. Asentámonos después o arrodillámonos junto a ellos, y les lavamos los rostros y vientres con vino, y alegrándolos y acariciando mi compañero a los suyos y yo a los míos, les comenzamos a poner delante cuantos motivos naturales hay para alegrar un enfermo.

Hecho esto, entramos en el catecismo del santo bautismo y sus grandiosos efectos en el cuerpo y en el alma, y hechos capaces de ello y respondiéndonos a las preguntas hechas sobre lo enseñado, pasamos al catecismo grande: Uno, remunerador, castigador, etc. Luego les pedimos afectos de dolor, aborrecimiento de sus pecados, etc. Estando ya capaces, les declaramos los misterios de la Santísima Trinidad, Encarnación y Pasión, y poniéndoles delante una imagen de Cristo Señor Nuestro en la Cruz, que se levanta de una pila bautismal y de sus sacratísimas llagas caen en ella arroyos de sangre, les rezamos, en su lengua, el acto de contrición.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Miedo sin ti (A la Inmaculada)

Tengo miedo de dejarte,
de olvidar tu pensamiento,
de escribir tu nombre en agua,
lanzar palabras al viento…
Tengo miedo de no amarte,
de perderte en un momento,
tengo miedo de ofenderte,
de que pase sin ti el tiempo…
Por eso, para que nada
haga sombra a tu recuerdo
grabaré a fuego en mi alma:
«¡Amada mía, te quiero!»
Vengan tormentas si quieren,
vengan sus rayos y truenos,
contra mi luchen demonios
que a nada ni nadie temo.
Que saber que tú me amas
basta para mi sustento.
Ya no me interesa nada
si a mi lado yo te tengo.