Misión sacerdotal y obra de misericordia es consolar al triste. Y las penas de amores son mucha tristeza… Hoy dedico esta poesía a un amigo muy especial que tiene el corazón destrozado por un amor imposible. Y a todos los corazones heridos.
Un pajarillo está herido,
-transverberado de amor-,
y en un vuelo de su pluma
dejó escrita esta canción:
Hoy volaré, como siempre,
a la caza de tu perfume.
Me asomaré a tu ventana,
y si la dejas abierta,
entraré sin hacer ruido.
No quiero molestarte,
sé que nunca podré tenerte.
Eres humana, demasiado humana para mí,
y jamás podré llenar tu corazón solitario.
Si pudiera hablarte,
decirte lo que me quema por dentro,
si pudieras sentir mi corazón acelerado…
Vuelo por ti. Canto por ti. Vivo por ti.
Deseo que amanezca para poder sentirte cerca.
¡Si pudiera empujar al Sol para que antes saliera...!
Me derrito en deseos de sentarme a tu vera,
beber en tu vaso, comer de tu plato,
dormir en tu cama, morir en tus brazos.
Que mi última mirada se pierda en tus ojos,
que mi postrer trino resuene en tu oído,
que mi aliento final sea con el puro aire de tu pecho.
Hoy haré mi vuelo más gentil y risueño,
escribiré en el aire mi declaración jurada:
¡que nunca habrá en mi vida más amor que el tuyo,
no cantaré para nadie más que tú,
no volaré si no es para hacerte sonreír,
que fuera de ti no quiero nada!
Los colores con que Dios me vistió sólo son para agradarte,
y palidecen ante el azul de tus ojos, el blanco de tu rostro,
el carmín de tus labios.
Parece alegre mi trino, y no es sino pura tristeza
por saber que nunca gozaré de tu arrullo,
que jamás podré darte un beso,
ni tener un hijo tuyo.
Desearía mi muerte si vivir sin ti pudiera.
Y aunque no pueda vivir contigo,
tú das sentido a mi vida.
Por eso, amada mía,
volaré hasta mi muerte
a la caza de tu perfume.
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