Sé que hace mucho, quizá demasiado, que no escribo ninguna entrada. Estoy ocupado con otros menesteres y dejo el blog para el final. Y el final es el final, con lo que no llega apenas nunca.
Hoy quiero hacer una breve entrada escrita a vuelapluma, y pido perdón de paso por no poner las citas de las fuentes, cosa que por otra parte no considero esencial por la poca dificultad que encontrará para ello quien las precise.
Recuerdo que, en mis años de estudiante teólogo, tuve que tragarme muchas críticas de otros sacerdotes teólogos que defendían como una metedura del Papa Pío XII el hecho de que en la preciosa y actual Humani Generis definiera (en sentido lato) el monogenismo. Esos críticos alzaban la voz haciendo paralelo con lo mismo que defendían hablando de la Sagrada Escritura, esto es, que la Biblia y el Magisterio no enseñanban verdades científicas, sino salvíficas. Evidentemente aquí hay mucha tela que cortar y la cosa no se puede despachar en una frase tan eslogan. Por tanto, el Papa no debía decir si el género humano desciende de una única pareja varón-mujer, de varias en varios sitios del mundo, de si el pecado original se transmite por generación o por pertenencia a la especie humana, etc. Y así se abría la puerta al poligenismo y a los errores bíblicos o magisteriales en cuestiones científicas, que, según ellos, no caen en su jurisdicción. Vamos a dejarlo aquí, no sin señalar que tal postura -contraria al ejercicio magisterial del Papa- es impía y errónea, al menos simpliciter dicta.
Pero hete aquí que me encuentro el otro día hablando contra los defensores de la causalidad humana del cambio climático, contra la ecologismolatría, y otros asuntos de similar tenor. Y tras escucharme uno de aquellos amigos míos defensores de las tesis anti Humani Generis, me espeta que lo ha dicho el Papa en Fratelli tutti y Laudato sì. No quise contestarle en público porque estaban presentes también algunas almas cándidas que no tienen necesidad de escuchar a dos sacerdotes discutiendo sobre opiniones papales. Lo hice en privado, pero como suele ocurrir, la soberbia teológica es mucha soberbia, también la que yo pueda tener. Y otra vez aquí lo dejo.
Resumiendo, muy distinto es que una verdad de fe influya en o determine una verdad empírico-científica, como ocurre en el caso de la creación ex nihilo, de la animación directa por parte de Dios de la persona humana, del hecho hereditario del pecado original y el monogenismo, o de la realidad de los milagros, por poner algunos ejemplos, y otra cosa es que se pretenda obligar, bajo supuesta autoridad pontificia, a creer o mantener como quasi de fide aut moribus afirmaciones discutidísimas y opiniones sobre hechos también quasi científicos.
Me viene a la memoria una anécdota que no tiene mucho que ver con lo anterior, pero sirve para explicar lo católicos que somos cuando nos da la gana. Un buen amigo tomó posesión de su parroquia, un pueblo casi urbanita con una iglesia hermosísima y grande como una basílica. El caso es que me invitó a la fiesta del Santo Patrón. En la Santa Misa, estando el templo abarrotado, llegado el momento de la consagracion, y percatándose -como ya había ido haciendo- de que muchos -demasiados- permanecían de pie, dijo tras la epíclesis: "Por favor, los católicos pónganse de rodillas", cosa que dubitativamente hicieron no más de cuarto de docena de feligreses. Llegada la sagrada Comunión, vio que prácticamente todo los presentes se acercaron a recibir el Santísimo. Entrados a la sacristía, me dijo con tanta pena como sorna: "¿Te has fijado qué pocos católicos tengo en la consagración, y cuántos en la Comunión?". Pues eso.
Moraleja: sea siempre católico, cuanto más, mejor. Y si la ciencia va contra la fe (y valga también contra el sentido común y la razón natural), quédese impepinablemente con la fe, que ni el Papa es científico, ni la verdad es contradictoria.